La reconstrucción autobiográfica y la aflicción en Hijas de la Angustia

 La reconstrucción autobiográfica y la aflicción en Hijas de la Angustia

Hijas de la Angustia se presenta en primera instancia como esbozo de la miseria que se vivió en las poblaciones de Santiago, gracias a la inserción de la droga y la manipulación de los medios por parte del régimen militar de la década de los 80.

La publicó Ediciones Kultrún en 2022 bajo la autoría de Lilia Hernández Vergara, quien es licenciada en Educación y profesora de Castellano de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Ha publicado obras como La Carta Póstuma. Ensayo sobre las voces chilenas del suicidio (2008), Ficciones detrás del espejo (2010) y la presente obra; Hijas de la Angustia, trabajo que ganó el premio municipal de Literatura de San Bernardo.

Sobre Hijas de la Angustia

La historia gira en torno a Eugenia y su familia, encabezada por la Mami Chela, quien comienza un negocio de venta de drogas ante la necesidad de dinero y la falta de estabilidad, situación que define rotundamente el porvenir de los miembros de la familia. Debido a esto, es posible explicar la novela desde diferentes perspectivas, como el poder en la dinámica familiar, la representación de la dictadura en el hogar o la ausencia del padre, sin embargo, aquel tema recurrente y que, además da arranque a la historia, es la memoria.

Habiendo crecido en una atmósfera diezmada por la angustia, Eugenia sufre un último evento traumático que la deja estancada en un eterno proceso de duelo. Sus recuerdos se desordenan, dejándola incapaz de avanzar hacia la salida de la miseria de la pobla, por lo que se propone escribir sus recuerdos, en un intento por no olvidar. Este ejercicio le permite mantener en la memoria el recuerdo de su sobrina fallecida y con ello, realizar un viaje autobiográfico por las diferentes etapas de su vida, construyendo así una vía hacia el último estado del duelo: la aceptación.

A través de los recuerdos fragmentados de Eugenia vamos descubriendo una dinámica familiar contraproducente y un mundo vicioso, acompañado de un narrador omnipotente que va saltando de personaje en personaje destacando en cada uno de ellos el hambre por escapar de la realidad, impulso que se ve representado de diferentes maneras.

Para el caso de esta obra, el foco central está en la familia disfuncional de Eugenia, donde encontramos una abuela autoritaria y ausente, una madre siempre ocupada, una hermana drogadicta y un primo que solo vive su sexualidad en la clandestinidad, al centro de todo esto se halla Eugenia.

En todos estos personajes podemos reconocer diferentes manifestaciones del deseo de escapar, en el caso de Eugenia, existe además un paralelismo entre la represión de su familia y la represión del periodo histórico que le tocó.

De la misma manera que pretende huir de la miseria, sueña con huir de la dictadura, y a la vez del sentimiento de angustia, que parece ser una enfermedad que persigue a todos los personajes de la novela.

Eugenia hace frente a sus dificultades a través de una rutina laboral incesante y reuniones de resistencia contra el gobierno militar, sin embargo se halla a sí misma incapaz discernir entre la realidad y los recuerdos, por lo que comienza a escribir sus memorias como una forma de solidificar sus recuerdos e, inconscientemente, se va encaminando hacia el alivio.

Puntos fuertes

Vale destacar de esta novela su estilo de narración, que imita a la perfección el carácter de una memoria fragmentada por el trauma, en dónde no se reconoce tiempo ni espacio, a la vez que no se distingue entre presente y pasado.

Otro tópico imprescindible de mencionar es la ausencia de figuras masculinas de autoridad, característica silenciosa que toma sentido hacia el final de la historia, con el primer momento de aceptación de Eugenia, en brazos de don Leo.

Este pasa desapercibido a lo largo de toda la historia, sin embargo a medida que Eugenia lucha contra diversas dificultades, el personaje se hace más presente, siendo él quien entrega herramientas a la protagonista para cumplir sus objetivos y, ya en el final, entrega las primeras palabras de consuelo, haciendo evidente la falta de un padre, que explica la carencia de definición y sensación de pertenencia que sufren los personajes.

Finalmente, la obra de Hernández se consolida como un recorrido a través de la memoria herida, que bien puede ser analizado desde el contexto agitado que presenta y su relación con la memoria, desde las diferentes etapas del duelo y desde la angustia como una epidemia de la cual se debe escapar.

Con respecto a la memoria, el acto de escribir se puede entender como el primer paso hacia la sanación; la necesidad de comprender nuestro pasado para así comprendernos a nosotros mismos, dejar ir y sanar.

Si te interesa conocer más libros como este te recomendamos leer Hijas de nadie de Celeste Busso.

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