Estación depresión: un tren con distintas paradas

 Estación depresión: un tren con distintas paradas

Estación depresión es un poemario en formato fanzine escrito por Bárbara Valenzuela, escritora, bookstagrammer y psicóloga talquina.

Publicado de forma autogestionada, su texto se presenta como una escritura desde un acto terapéutico que llevó a cabo en un período de retrospectiva personal en su depresión:

La depresión fue como estar situada en mi propia estación de trenes, donde cada nuevo tren que llegaba, era una nueva exploración emocional que descubrir.

Desde ahí, nos invita a sumergirnos en sus sentires y emociones que «vibran como herramienta de resistencia terapéutica, en la esperanza de que sean leídos, sentidos, expresados o tan solo una voz, un eco a través de sus versos».

Sobre el verso de «Estación depresión»

Leer «Estación depresión» me recordó a una frase de la película «La sociedad de los poetas muertos» (1989):


«No leemos y escribimos poesía porque es bonita, leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana y la raza humana está llena de pasión».

En efecto, la escritura de Bárbara Valenzuela se aleja un poco de la academia. Escribe lo que quiere y cómo quiere, utilizando el verso libre, metáforas, anáfora y otros recursos literarios.

Con pasión y creatividad, toca diversos tópicos, desde los días tristes y los antidepresivos, pasando por la realidad nacional, la maternidad y amores que no deberían haber sido; hasta la educación, la inteligencia artificial y un mensaje hacia los que no están.

Entre ellos, vislumbramos un carácter algo irónico y sarcástico, pero también una prosa amorosa que abraza.

En «Oda al antidepresivo», encontramos la comparación íntima entre el consumo de medicamentos con una relación amorosa, exponiendo y vislumbrando parte de lo que conlleva este diagnóstico y el sentir de la autora:

Tu llegada fue una cita a ciegas,

solo llevé un papel a la farmacia y regresé contigo a casa.

Te compré,

cómo aquel estúpido que compra momentos de amor y placer,

o aquella que compra belleza,

en la necesidad de no hacer notar su tristeza.

Fue cambiar monedas por felicidad o por un poco de normalidad.

Una por las mañanas, decía.

Y así el pacto tácito de encontrarnos cada 24 horas

quedaba claro.

Nuestro romance había comenzado.

Extracto de «Oda al antidepresivo», p.9.

Pero lo que parecía ser el tópico central del poemario, tiene diversas aristas y divergencias, encontrándonos con otras estaciones, otras paradas y otras lecturas.

Sobre estructura y otras estaciones

El formato fanzine vuelve del poemario una lectura lúdica. Es una publicación experimental que trae odas, manifiestos y declaraciones con imágenes que van acompañando sus versos.

Encontramos, incluso, análisis y crítica a la sociedad, desde «Imbox 1991» con una entretenida revisión al pasado, hasta «Me niego al CHATGPT», una valoración a la tecnología del momento.

Las imágenes, ilustraciones y collage le dan personalidad al texto, siendo un detalle que contextualiza e incita a darle colores a la lectura, ya que mediante lo visual refleja lo vintage, la infancia, la tristeza y el amor, según corresponda.

Por otro lado, así como para Bárbara cada estación era una emoción nueva que digerir, el orden del poemario es como viajar en un tren, donde cada poema es una estación con un nombre, imágenes y personas distintas.

Pues en cada parada descubrimos un tema diferente al anterior, encontrando de forma transversal en el poemario la voz de Bárbara: resistente, rebelde y femenina.

Si te interesó este poemario, te invitamos a conocer «Traumatismo» de Pablo Soto.

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