Sant Jordi: El libro como transacción de dinero y amor
El ambiente festivo se preparó toda la semana con banderas en las terrazas, ventas de rosas y peluches temáticos en las tiendas. La celebración de Sant Jordi se extendió por tres días y según cifras estimativas, ha sido la más exitosa en la historia de Cataluña en términos de ventas y asistencia de público, con un aumento en el número de paradas hasta 320.
La feria se trasladó del tradicional epicentro de las Ramblas de Cataluña al Passeig de Gracia, donde los stands con libros se emplazaron a lo largo de 8 cuadras, también hubo escenarios para programas de televisión, mini-estudios para la radio y puestos de venta de arreglos de rosas.
Pero, ¿Cómo son las ferias del libro en España en comparación con las ferias del libro en Chile? La diferencia más notoria es que en Barcelona las entidades a cargo de los stands son principalmente librerías, no sólo editoriales. Las librerías (independientes o pertenecientes a grandes grupos como Planeta con Casa del Libro) pueden asegurar su presencia con hasta 8 stands a su nombre, junto con cooperativas y nuevos grupos editoriales como Letrame.
Estos grupos editoriales no tienen una línea editorial y aceptan el manuscrito de cualquier persona que pague la tarifa para costear el libro. La gran cantidad de paradas reúne a librerías y editoriales, lo que amplía el catálogo de materias y por ende, no se vende solo literatura, sino que se ofrece desde divulgación científica hasta criptomonedas.
Las editoriales independientes más pequeñas pueden unir fuerzas en un mismo stand a través de asociaciones como Barrio de Libros, que reúne a 14 editoriales. Esto les permite estar presentes en varios lugares el mismo día, lo que no podrían hacer por sí solas debido a los costos. Sin embargo, debido a los valores actuales del papel y del mercado en general, no pueden ofrecer descuentos significativos en sus libros, que oscilan entre los 10 mil y 15 mil pesos chilenos. El resto de editoriales no pueden ofrecer más de un 10% de descuento a los lectores.
Sant Jordi: ¿Feria del libro o tradición comercial?
La feria está abierta de 9:00 a 21:00. Los expositores deben instalarse por sus propios medios, llevando sus propias mesas, manteles y toldos. Las instituciones organizadoras y financiadoras de la feria (Ayuntamiento de Barcelona, Generalitat de Cataluña, Gremio de Libreros y Gremio de Editores) no se encargan de nada práctico durante la festividad. Las librerías y editoriales solo necesitan inscribirse en la página web del ayuntamiento para obtener sus lugares.
No había personal de las instituciones organizadoras supervisando la feria ni atendiendo las necesidades de los expositores, tampoco les ofrecen alimentos ni agua. Pese a que es un evento al aire libre, no hay siquiera baños químicos para asistentes y/o vendedores.
Las únicas actividades que se realizaron fueron firmas de libros, donde bestsellers como Camilla Läckberg o Javier Castillo fueron quienes produjeron enormes filas. Sin embargo, pese a las grandes multitudes, todo parecía estar bajo control.
Por lo que actividades como lanzamientos de libros, charlas de escritores o talleres de escritura quedaron descartadas. Según el editor español de Barrio de Libros, para alguien que le gustan los libros, Sant Jordi es el peor día para comprar. La celebración de Sant Jordi (al menos en esta escala) es una tradición que se da sólo en Cataluña. Es un día que reúne a todas las familias, incluso a aquellas en las que leer un libro no forma parte del día a día. El acto de comprar y regalar un libro se convierte en algo derivado de la tradición, la costumbre y la repetición. Regalar un libro todos los años como quien regala huevos de chocolate para Pascuas.
Es una feria que está orientada al comprador, no al lector. No se enfoca en la experiencia literaria, sino en el mercado. Es una feria que genera muchas ganancias y que al mismo tiempo no es capaz de ofrecer ayuda a las personas encargadas de cada stand. Esa es la razón por la que no hay más actividades culturales y literarias, no es necesario.
La pasión por los libros: ¿Cómo lograr que la feria sea más que una venta?
En términos generales, la experiencia de haber vivido Sant Jordi me hace pensar que no estamos para nada alejados de ofrecer una feria del libro consistente, sería, diversa.
Porque cantidad no significa calidad, sería ilógico querer comparar los índices de venta y asistencia y según eso llegar a una conclusión de éxito y fracaso.
Barcelona históricamente ha sido el lugar principal del mercado editorial y que actualmente concentra un 80% de la producción de libros en castellano. Pero si analizamos la feria en términos prácticos, desde el punto de vista del vendedor y del consumidor, hay más aspectos negativos que positivos para ambos casos.
Ya sea en la Primavera del Libro, Furia del Libro, Festival de Autores o FILSA (una correspondiente a cada gremio del libro en nuestro país), las ‘facilidades’ que se le da tanto a los expositores como a los asistentes son las pertinentes.
Desde el punto de vista de una editorial, sería impensable que además de tener que llevar todo su catálogo en cajas o maletas, tengan que llevar sus propios materiales para armar su stand.
El hecho de que acá, en Sant Jordi, cada parada luzca distinta una de otra (porque cada una lleva lo que puede), hace que la feria proyecte un carácter heterogéneo y desordenado. Como contraparte, el mejor ejemplo que se puede dar, a mi parecer, para mostrar cómo se complementa de manera armoniosa un repertorio editorial con la producción de la feria, es la Feria de Ñuñoa que se dio en octubre del año pasado. Porque la relación que se generó entre las actividades propuestas (talleres, lanzamientos, charlas con escritores y escritoras reconocidas, debates), la diversidad de editoriales independientes presentes y la estética profesional y homogénea de cada stand, formaba parte de un mismo proyecto y un único sentido: la pasión por los libros y la atención que se le da a las personas asistentes no como compradores, sino como lectores.