Volver al inicio: La Resta, de Alia Trabucco Zerán

 Volver al inicio: La Resta, de Alia Trabucco Zerán

A medida que se acerca el décimo aniversario de su publicación, La Resta continúa dejando una marca indeleble en el panorama literario.

Alia Trabucco Zerán  estrenó su tercer libro Limpia, en enero de este año, el cual se ha mantenido en un constante éxito. Desde un comienzo lo hizo; ganó el premio a mejor obra inédita el 2021 por el Consejo de las Artes y las Culturas. A meses de su lanzamiento, Penguin Random House anuncia gustosamente en su página web que está siendo traducido a más de diez lenguas.

Pero estos logros no son para extrañarse, son fruto del trabajo que lleva haciendo la escritora desde hace tiempo. Suele recomendarse su excelente libro de no ficción Las Homicidas (2019), pero un tanto más olvidado está su primera novela La Resta, que al no formar parte de un sello prestigioso como Lumen, no circula ya en los medios ni está tan presente en librerías.

La Resta nos sitúa en Santiago, pero un Santiago distinto, uno en el que de un día para otro comienzan a caer cenizas. Los protagonistas de la historia, Iquela, Felipe y Paloma, deben hacer frente a esta situación y atravesar la cordillera en busca del cadáver de una madre que busca ser repatriado.

El relato está dividido por dos voces narrativas, la de Felipe e Iquela, voces que podemos asociar a elementos que estarán presentes a lo largo del libro. Felipe está marcado por los números, por una cuenta regresiva. El relato de Iquela está interrumpido por el signo de los paréntesis.

Pese a que no son familiares, estuvieron unidos desde su infancia por la relación de amistad que mantenían sus padres durante la dictadura militar, y que con el paso de los años, con muertes y promesas de por medio, han tenido que continuar viviendo juntos. La genealogía que se configura está cargada por el peso de la memoria y de las heridas familiares que aún no cierran.

En un sentido simbólico, esta puede ser una de las razones de la ceniza que cae sobre Santiago y que impide que la madre fallecida de Paloma, una extranjera hija de exiliados, no pueda llegar a Chile para el entierro. Paloma debe regresar al país en que pasó su infancia y conoció a Iquela, debe volver a la casa donde alguna vez compartieron un cigarro y vieron cómo sus padres discutían sobre política.

La Resta: Un relato frenético entre la vida y la muerte

El libro arranca con la voz de Felipe, en quien podemos ver cómo Alia, de manera ejemplar, hace que el estilo de la prosa sea el reflejo de su personalidad frenética. El protagonista es un río sin cauce que solo fluye, sin pausas, sin puntos, la respiración y la lectura solo se ve detenida por comas, el ritmo agitado nos da la sensación de que algo terminará por explotar. 

Lo que nos inquieta de Felipe es su extraña habilidad para ver y contar gente muerta en las calles de Santiago, o mejor dicho, descontarlos del mundo, hacer la resta e intentar lograr la platónica idea de que el contador llegue a cero. Esta particularidad es en realidad una manía, y todos los actos en que se ve envuelto, incluso desde su niñez, están ligados a la muerte. Como una manera de restarle peso al personaje por su intensa relación con lo oscuro y lo espeluznante, su voz es al mismo tiempo ligera, cotidiana, llena de refranes, garabatos, y que va de la mano con su personalidad irónica que se va perfilando, a medida que avanza el relato, hacia la locura.

Por otro lado, Iquela es una mujer racional, una joven que calcula el peso del lenguaje y se atiene a las consecuencias que significa decir o escuchar ciertas palabras. Iquela cumple con el deber de visitar todas las tardes a su madre pese al hastío o la indiferencia que sienta al estar con ella, dejando como ruido de fondo las triviales conversaciones que intentan sostener.

El relato de Iquela está colmado de paréntesis, los que funcionan como un nuevo punto de vista de la situación que está aconteciendo. El contenido de los paréntesis es diverso pero siempre mantiene un toque poético. Es portador de imágenes “dejándome terriblemente sola; sola y con un estúpido deseo de llorar (lágrimas sobre una cara empapada)” (252), de subjetividades “vería las briznas de pasto bajo el agua turbia (el agua estancando sílabas, letras, todo un lenguaje anegado)” (268), de recuerdos, es el lugar donde los pensamientos intrusivos de Iquela pueden ser manifestados, son la brecha de tiempo donde el inconsciente actúa con una totalidad arrolladora en estrechos segundos “Usó el tono de urgencia que ella urdía tan bien, martillando cada sílaba para que se clavara en el mismísimo fondo de mi cabeza: Se-murió (y un vértigo en que murieron plantas, mascotas, amigos), la-Ingrid, dijo” (38).

Más allá de las excusas familiares que vinculan a Felipe e Iquela, los amigos y la familia están unidos a través de la mirada, la vista que carga el peso de todas las cosas que han experimentado “Y Felipe, con sus ojos negros, con la mirada apretada como la de su abuela, la de mi madre, como era tal vez la mirada de sus propios padres” (195). Al mismo tiempo, la vista es un parámetro que mide las experiencias vividas, por ejemplo, cuando Paloma mira a la madre de Iquela “Por eso levantó la vista (sus ojos sin mirada, sus ojos que no habían visto suficiente, desafiaron a Consuelo)” (69).

La mirada se establece en función de la búsqueda de una verdad, de una intención de querer mirar más allá de lo aparente, de atravesar la realidad y buscar lo oculto, lo que hay detrás. En este sentido, Iquela intenta indagar el rostro de su madre “Casi le temblaban los labios por el esfuerzo de contener su sonrisa, una sonrisa extraña, que intenté sin éxito descifrar. No era alegre ni formal.  Ni auténtica ni fingida. Como si una cara detrás de su propia cara se alegrara, o su expresión de joven, de Consuelo, no de mi madre, asomara de pronto para darle la bienvenida a Ingrid, no a Paloma” (60)

El viaje es algo que no se cristaliza totalmente para Iquela, ya que lo inicia sin fe y es una situación que no le parece real “Dejé Santiago sin salir o sin creer que me estaba yendo” (143).

Pero después de todo, la travesía y la cordillera se convierten en una situación y un lugar catártico, es el momento y la circunstancia para olvidar  “Porque la frontera, después de todo, fue un lugar para dejar atrás” (184).

La Resta: La prosa versátil que perdura en el tiempo

A pesar de haber acumulado diversas reseñas y comentarios en los medios de comunicación tras su lanzamiento en 2015, con el paso del tiempo, «La Resta» pudo haber perdido cierta visibilidad, pero no su poderoso impacto. El debut literario de Alia Trabucco Zerán se caracteriza por una prosa consistente y versátil, capaz de adaptarse a diferentes registros y dotar a cada personaje de características únicas. Incluso con la publicación de su libro de no ficción, «Las Homicidas», el estilo de Trabucco Zerán no se ha desvanecido. Hoy, en su obra posterior, «Limpia», se puede apreciar claramente que la potencia de su escritura se mantiene intacta, la misma que plasmó desde el principio en «La Resta».

En 2019, «La Resta» recibió un reconocimiento destacado al ser finalista del prestigioso premio The Man Booker International Prize en el Reino Unido, en su versión en inglés titulada «The Remainder». Esta distinción la situó en la misma categoría que obras de renombradas autoras como Annie Ernaux («The years») y Olga Tokarczuk («Drive Your Plow Over the Bones of the Dead»), ambas galardonadas posteriormente con el Premio Nobel de Literatura. Este logro resalta la calidad y relevancia de «La Resta» a nivel internacional, consolidando su posición como una obra literaria de gran impacto y reconocimiento en el panorama contemporáneo.

Si te gustó esta reseña, te dejamos El Idioma de los Dragones.

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